miércoles, 29 de septiembre de 2010

El día que los jóvenes decidieron gobernar

La política tiene bigotes blancos, cabellera escasa, panza pronunciada y ternos Hugo Boss. Puede vestir zapatos lustrosos o zapatillas desteñidas y maltrechas. Gorras Good year o boinas Cacharel. La política planea la revolución desde el Café de la Paz o desde un parque del Centro de Lima. Se sienta a pensar el país y a reformular las reformas, que en un momento reformó, por un decreto de rectificación.
Así de enredada es la política peruana. Nuestro país sigue sumido en la improvisación y la falta de tino al momento de confrontar ideas y plantear propuestas eficientes para la ciudad. Lo que lleva nombre de debate, termina siendo lo más cercano a una partida de box de Nintendo Wii. Claro ejemplo: el último debate municipal por Lima.
Quienes, en principio, se figuraban como sólidas propuestas, hoy no dejan más que migas de arrebatos por afán al poder municipal. A una semana de las elecciones municipales, el triunfo de los ciudadanos se pone color hormiga. Los atropellos, las posturas agresivas, los ataques insistentes, el sarcasmo e ironía mezclados con la rabia maldita, desbordaron la mesa de debate, en Villa El Salvador, aquel épico 28 de setiembre.
Las imprecisiones y los ataques personalizados coparon este ciclo de elecciones municipales. Dimes y diretes se prolongaron en todos los medios de comunicación del país. El Twitter se vio invadido por la mofa política y le sacó la vuelta a la precaria política peruana. ¿Qué nos demostró?, lo invariable: la necesidad de ser convencidos. Con improperios, audios y videos, al fin y al cabo, en esta guerra municipal [por convencer], todo vale.
Para nosotros, los jóvenes, no todo vale. El futuro que queremos, ese futuro “prometedor”, que llena las bocas de los candidatos, corre por nuestras manos, ya que, cuatro años más tarde nos tocará liderar estos espacios públicos tan mancillados. Llegará el día en que los jóvenes decidiremos gobernar, ponernos frente al país, replantearlo y repensar la nación.
El bicentenario no está lejos, tampoco a la vuelta de la esquina. Para entonces, oscilaremos los treinta años y estaremos inmersos en la coyuntura nacional. Los cinco años de aula se verán reflejados en nuestro desempeño y nos denominaremos la generación bicentenario. Seguro tendremos más de los animales políticos que ahora pululan. Pero tendremos, quién sabe, verdaderos actores políticos de la talla de Marco Enríquez-Ominami, un progresista a cabalidad.
Será el momento para aplicar las lecciones aprendidas, plantear debates concienzudos con las bases que amerita. Podremos ser capaces de dejar los protagonismos y la personalización de los problemas, en suma: no jugaremos a hacer política.
Hoy, la política es un juego de poderes. Quienes se enfilan en la lista de políticos buscan, a ver, quién puede dar un mejor golpe, o quién puede ser el más ridículo para esta ciudad de payasos.
Alicia Rojas

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