jueves, 2 de diciembre de 2010

La nueva poesía peruana: la influencia de Neón

A la sola mención de poesía peruana, podemos recordar el nombre de César Vallejo, quizá, un poco más lejano podría resultar José María Eguren y, para los de alguna manera están más relacionados con el tema, pueden surgir los nombres de grandes poetas como Martín Adán, Enrique Verástegui o Jorge Pimentel. La poesía peruana es uno de los hitos más importantes en la literatura de Hispanoamérica debido a su gran variedad de estilos y su amplia gama de transformaciones.

En el Perú parece ser que el conocido dicho de “nadie es profeta en su tierra” persiste tatuado en nuestro imaginario literario. Es muy difícil que en un país que es consciente de su deficiencia lectora, la poesía tenga un espacio importante de difusión.

Sin embargo, la gran máquina literaria poética peruana no se ha detenido. Esa misma mole que engendró al vanguardismo peruano (con Carlos Oquendo de Amat como máximo referente) y la gran generación del sesenta que diera a luz a poetas como Rodolfo Hinostroza o Antonio Cisneros y El movimiento Hora Zero (setentas) que, si bien se inició en México, en el Perú tuvo a muchos de sus mejores representantes. Esta máquina aún da señales de vida desde los años noventa a nuestros días.

Nuestra poesía sufre una gran y, hasta el momento, última transformación en 1990 con el grupo Neón que tenía como consigna despertar la poesía en el Perú de los últimos años. La influencia de un Estado caótico, el miedo al terrorismo y la insatisfacción urbana, despertó en el grupo una poesía enfocada desde la juventud y con la consigna de levantar una voz de protesta, pero no sin antes evocar una gran influencia del romanticismo alemán. Neón agregó la idea de inclusión de la artes, sus recitales eran acompañados por pintura, performances en video, sonido, etc.

Neón desde el año noventa y cinco plantea una inclusión de todos los contextos de nuestro país y del mundo en su poesía. La gran variedad de temas ensancha el espectro poético de lo que se tenía hasta entonces como poesía peruana. La influencia del Post-modernismo se hacía palpable y se liberaba completamente de algunos tabúes sobre temas no considerados poéticos. Esto llegó a su máxima expresión en los últimos años, pero ya había sido experimentado por Hora Zero, en donde los “lugares comunes” eran atropellados por la ciudad y el mundo capitalista, pero persistían en la lírica desde otra perspectiva.

La poesía peruana actual se desenvuelve por un camino un tanto peligroso. Esa nueva inserción de otras artes o medios audiovisuales se combina con una idea que ha sido comentada desde hace mucho tiempo: todo puede ser poesía. Al tener un espectro de desenvolvimiento tan amplio, los noveles autores pueden perder el rumbo por caminos que solo podrían conducir al desorden, mostrando un absurdo y considerarlo “nueva poesía”. No hablo gratuitamente, cada día surgen extrañas propuestas que lindan con lo ridículo. La nueva poesía peruana debe adoptar la fuerza de los grandes movimientos surgidos en este país y que han influenciado a muchas generaciones después. El rumbo ya está trazado.

Daniel Sánchez Ortiz

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