viernes, 3 de diciembre de 2010

Cuando los ingenieros leen a Vallejo


Hace poco leí  un libro llamado “Claves para leer a Vallejo” del crítico literario Ricardo González Vigil. En él, como en ningún otro libro dedicado al tema, se detalla exhaustivamente la forma en la que, se supone, Vallejo debe ser leído. La interpretación de las metáforas e imágenes empleadas por el poeta es, por demás, bastante lúcida. Se identifica, con claridad, los contenidos filosóficos en su poesía y, como suele suceder, se traza un paralelo entre ella y la vida del poeta. Mas al terminar el libro sentí que había cometido un craso error. Comencé a cuestionarme si Vallejo quería que alguien como González Vigil dedicara su vida entera a desentrañar la lograda oscuridad de sus versos. 

“Como poeta me voy a morir de hambre”, le comenté a Jeremías Gamboa, un amigo escritor. “¿Pero haciendo poesía buscas hacer dinero? ¿Acaso no solo quieres el suficiente para comprarte una botella de vino y una cama donde acostarte?”, me replicó. Y tenía un punto. Los poetas no escriben para trascender en la historia. Ni para ganar dinero. O reconocimiento.  Conozco a algunos que odiarían que su rostro exhiba una ensayada sonrisa en un panel colgado en el local de Crisol del óvalo Gutiérrez. La escritura, para ellos, es una suerte de auto exorcismo. La sofisticación no es buscada desde el plano consciente: lo único que se busca es ser honesto consigo mismo.  Es por esto que hablar de buena y mala poesía siempre resulta demasiado arbitrario. Toda poesía es buena y mala a su modo, mientras sea poesía. Mientras haya sido concebida, desde un principio, como tal. 

Es por esto que me pregunto si Vallejo quería que se entendiera su exorcismo. ¿Buscaba que su ego se magnifique cuando los críticos hayan calado en su profundidad? ¿Quería algún tipo de galardón? o, citando a Sabines, ¿“una estrella en la frente” que le comunique a la gente que él era un poeta? Si Vallejo publicaba, lo hacía sólo por la esperanza de conmover a sus lectores. La publicación es casi siempre esa segunda etapa, ya racionalizada, en la que el poeta confía en que lo que hizo conmueve. Una amiga mía que lleva un curso con González Vigil me contó que a este, al leer un poema de Vallejo en clase, se le partió la voz. Vallejo, en ese momento, tuvo sentimientos encontrados.  



La poesía, por más cliché que resulte decirlo, es una forma de conocimiento. Pero no de la realidad o de la realidad del poeta, sino de hasta qué limites nuestra subjetividad es sensible a la del otro. Hacer crítica poética es un intento innecesario por entender la poesía, cuando esta jamás buscó ser entendida, sino aprehendida.


Rollin Cafferata Thorne

1 comentario:

  1. Muchas gracias por tu alentador comentario, Rollito. Se hace lo que se puede. El tuyo está muy bueno como siempre.

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