miércoles, 17 de noviembre de 2010

¿Triste princesa plebeya otra vez?


En estos días al visitar portales mediáticos, encontré que una de las noticias que ha generado mayor revuelo es la próxima boda de Kate Middleton y el príncipe William de Gales. Resulta impresionante la lluvia de comentarios al respecto como si se tratara de un tema de relevancia internacional como podría ser la condonación de la deuda externa, una catástrofe natural, un golpe de estado, una guerra, entre otras cuestiones. No cabe duda de que el chisme romántico vende.
Al respecto, empecé a indagar y efectivamente, el próximo año se estaría celebrando suntuosamente la unión entre estos dos de miembros del jet set inglés. Sin embargo, al margen de toda la información que circula acerca de ambos en la web -que si ella era una millonaria desconocida y él era El Príncipe ¡oh!, que uno proviene de la aristocracia y la otra es hija de empresarios, que convivieron en la época universitaria, que ella esperó pacientemente ¡ocho años! por el dichoso compromiso, etc.- lo que me pregunto yo es: ¿Se repetirá la treta mediática de aparentar una vida amorosa perfecta? ¿Continuará la mala racha que parece perseguir a las parejas monárquicas desde el inicio de los tiempos? ¿Será ella otra esposa correcta y sumisa de otro miembro más de esa decorativa institución? 
¿Por qué seguimos soñando con el príncipe azul que nos salvará de todo? Alguna vez se han pensar que esos príncipes son también humanos, huelen mal si no se bañan, pueden ser temperamentales y andar de mal humor, pueden ser unos promiscuos de primera y contagiar a su pareja de ETSs, pueden ser tacaños y sobre todo, lo que es de ellos es de ellos y no es tuyo o nuestro. Entonces porqué ser tan ociosa (o) de pensar que un equis te solucionará la vida cuando ni tú mismo puedes con ella.               
Cuando leí que William le entregó el precioso anillo de zafiros y diamantes que su padre le entregó a Diana Spencer al pedirle matrimonio casi de tres décadas atrás, debo admitir que se me pararon los pelos. Me sentí tan boba, es decir, qué hago pensando a mi edad, en el siglo XXI, en supercherías como la mala suerte. Sin embargo, no comprendo como el príncipe puede regalar a alguien que ama un objeto que significó hipocresía, soledad, traición y el inicio de una vida miserable para su madre. El dinero no lo es todo, como creen muchos al respecto de esta gente que “se saca la lotería” al tener a un partidazo pepón y multimillonario por esposo.
Ese medio tan codiciado, la aristocracia y la celebridad, si bien tiene sus comodidades -como las propiedades, los viajes, las prendas, el séquito de empleados que incluye médicos AI las 24 horas, etc.-, presenta amarguras tan grandes como la falta de respeto a la privacidad, la opinión de todo el mundo sobre cuestiones íntimas -contrato prenupcial de Letizia y Felipe-, las intrigas -homosexualidad de Alberto de Mónaco-, las envidias y las asquerosas zancadillas exponencialmente multiplicadas -infidelidades de Sarah Ferguson y banca rota- que pueden terminar con descarrilar a cualquiera. Esperemos que este no sea el caso de Kate y William, quienes por estos días contribuyen con su love story a darle movimiento a la economía en Inglaterra al estimarse que se impulsarían más de 1000 millones de dólares, entre ventas de suvenires y turismo, con su unión.  
    
*Tabatha Grajeda Heredia

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