miércoles, 25 de agosto de 2010

Paraiso

Esta es una crítica de la película peruana “Paraíso”, que vi en el festival de cine de Lima. 


¿Por qué sigue en pie ese árbol, en el medio del asentamiento? Los personajes de “Paraíso” se mueven, giran y cargan sobre sus hombros recuerdos de una generación golpeada por la violencia interna. Hablan del terrorismo, saben de él por voces terceras. La curiosidad de la chica por saber si se parece a su padre, muerto en Ayacucho, nos posiciona dentro de una generación que todavía siente los embates de un pasado atroz. Tienen que salir de su barrio. Deben encontrar su salida con el gran inca vigilándolos desde lo alto del cerro.

La falta de posibilidades, el amigo muerto por las batallas entre pandillas, el paradójico miedo a la huida; a los personajes parece habérseles cerrado todas las puertas. Incluso el pasado, prodigioso siglos atrás, ha sido robado; sustraído de esas tierras arenosas y solo estudiado en libros de historia. Los cinco amigos le gritan al asentamiento en una escena, ¿Qué más pueden hacer, además de gritarle a su pasado, presente y futuro?

Ellos mismos deben comprar la salida de un “paraíso” que los ha atrapado: Enlistándose al ejército, yendo a la universidad, siendo un buen estudiante, etc. Todo esto fracasa. Parece haber un círculo vicioso que se repite una y otra vez. Sin embargo, uno de los personajes quiere volar. Se maravilla viendo al “hombre araña” columpiarse en un circo instalado en el asentamiento. Quiere elevarse del suelo, o por lo menos pretende aquello. Lo vemos en la escena final, yéndose con la gente del circo, en pleno proceso de aprendizaje.

El tufillo de esperanza con el que cierra la película trae una lección social. Bien decía Basadre: “Toda clave del futuro está allí: que el Perú escape del peligro de no ser sino una charca, de volverse un páramo o de convertirse en una gigantesca fogata”. Quién sabe, tal vez el chico nunca llegue a volar y se esfume en el olvido; o tal vez el chico recuerde, entre sueños, que hasta en el terreno más agreste puede brotar un árbol.

Javier Wong

 

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