miércoles, 25 de agosto de 2010

Artículo 1- Ego Agurto V.

Mujeres Modernas

Ego Agurto Vásquez


La vida y, particularmente el trabajo de la mujer dentro de la sociedad, ha sido siempre injusta, minimizada y relegada a un papel secundario poco o nada agradecido o remunerado.

En la era neolítica tanto la mujer como el hombre se dedicaron al trabajo de la tierra, pero además a la mujer se la veía como un instrumento para aumentar la población y así tener mayor mano de obra. Esto fue aprovechado por los hombres, quienes condenaron a la mujer a una labor doméstica. La sociedad advertía que el mejor negocio que podría tener la mujer era el matrimonio, ya que las demás labores iban a ser siempre mal retribuidas, por lo que empezaba a prepararse para el matrimonio desde la adolescencia, pues de ser una madre soltera no tendría un lugar dentro de la sociedad.

La mujer creó desde entonces una férrea dependencia del hombre, al punto que el único trabajo que podría tener era el cuidado de su familia, lo cual le imposibilitaba tener una independencia económica.

Posteriormente, conforme la sociedad se volvió más “civil” (o menos machista) los gobiernos empezaron a capacitar a las mujeres en labores de administración, a fin de ampliar sus medios de acción en todos los aspectos de su vida ya que esta dependencia no sólo era económica, sino que también extendía a otras cuestiones. Sin embargo, la inserción de la mujer en el campo laboral se dio por el bajo nivel económico de algunas familias. Esto la obligó a trabajar no solo en la casa, sino también fuera de ella, aunque inicialmente con un salario mucho más bajo que el del hombre, pero que ayudaba en la economía familiar.

En la modernidad el rol de la mujer ha cobrado un mayor protagonismo dentro del mundo laboral. Ya no es solo la mujer que se dedica al hogar, sino que ahora incursiona en el mundo empresarial, incluso con mayor éxito que el hombre en varios casos. Es una mujer que estudia, trabaja, etc.: su tiempo le pertenece.

Las mujeres siempre han sido partícipes en las instituciones de nuestra sociedad, es solo que no han sido reconocidas como deben ser. La vida las ha tratado de manera ingrata en ese sentido, pero debemos aceptar que son la esencia y el motor de la sociedad. Tal vez sería bueno dejar de lado el maldito machismo y aceptar que sin las mujeres, este mundo no es nada.

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